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lunes, 20 de enero de 2014

1. La entrevista


La entrevista era en las oficinas de la empresa. ¿De qué va la empresa? Venta de programas educativos. Lisa y llanamente: un puto call center. Algunos de ustedes sabrán que odio esa rama de la esclavitud pero, en estos momentos estoy metido en la mierda más profunda de la desesperación laboral y tuve que acceder.

El vigilancia me dice: subí al piso 8 y esperá en la terraza. ¿En la terraza? Sí, en la terraza. Ya te van a llamar. Subo al piso 8 y veo la puerta hacia la terraza. Me acerco pero no salgo ya que había otras personas fuera. Mi paranoia decía cosas como: tenés que ir y sociabilizar, porque pueden estar grabándote para ver cómo te desenvolvés socialmente.

Salí al patio de ese espejado y frío edificio. La vista era miserable como en casi toda la ciudad. Había una pileta, una mesa y bancos de plaza. En esos bancos estaban un tipo pelado y una vieja. Nos saludamos. El pelado estaba sentado en la cabecera de la mesa, como si fuera Julio César. Tenía el típico aire de superioridad que tienen los que piensan que van a pisarte la cabeza en la entrevista. Me dio la impresión que era un topo de RRHH, así que le dediqué mis mejores sonrisas y, simplemente contesté lo que me preguntaba.

“¿Hace mucho estás buscando trabajo?”, me dijo. Mentí: no, esta semana empecé. El pelado dice “esta debe ser la segunda entrevista más rara a la que fui en mi vida. La primera fue para Intel. ¿Conocen la empresa Intel? Fue en un bar, me pedí una cerveza y café”. ¿Por qué no te habrán contratado?, pensé. Luego, llegó un flaco más que, era algo así como mudo, y una chica que, lo primero que dice es, “nos hubieran dicho y traía la bikini”.

Luego de media hora de espera, viene una mujer y nos dice que la acompañemos. Entramos a la oficina. Hay 10 máquinas, 3 ocupadas. Pasamos a una oficina personal. Le damos la mano al dueño de la empresa y nos invita a sentarnos.

Cada uno de nosotros se presenta y luego, el dueño de la empresa cuenta que es una empresa familiar que vende estos programas educativos a los hispano parlantes que viven en EEUU. El trabajo es para venta telefónica y cada venta dura alrededor de 45 minutos. El horario es de 17 a 23 horas por la diferencia horaria.

De repente, el tipo mira a la chica que al principio quería meterse a la pileta (la postulante) y le dice: ¿te da el sol en la cara? Sí, le dice ella. Tomá, te presto mis anteojos. El tipo le presta sus anteojos de sol, la mina dice “gracias”. Y luego el tipo le dice: pero devolvemelos cuando te vas.

Luego de esa escena de grotesco surrealismo laboral, llega la parte que nos interesa: el sueldo. Nos dice: ustedes, lo que van a cobrar es un viático de $3500. Un viático de $3500 los dos primeros meses. Un viático porque ustedes son los que regentan su propio negocio acá. De ustedes depende su sueldo. Acá no hay techo para las comisiones: pueden cobrar 10 lucas, 11 lucas, pero tienen que vender.

Perdón pero, no entendí eso de los dos primeros meses, dice el pelado. Claro, dice el dueño de la empresa, nosotros invertimos esa plata en ustedes al principio, porque no tienen experiencia en este lugar, no tienen la dinámica de venta que nosotros utilizamos. Invertimos esa plata en ustedes, repite.

Ajam, ¿y después de los dos primeros meses?, dice la chica de los anteojos de sol. Después, el sueldo fijo que se cobra es $2500, más las comisiones. Te hago otra pregunta, dice esta chica: ¿este trabajo es en blanco? Luego de un evidente e incómodo silencio, el dueño de la empresa dice: eh, bueno... me parece que... el monotributo, ahora, tiene aportes. Sí, me parece que sí, dice la chica. Entonces, el tipo cambia de tema rotundamente: acá chicos, nosotros los tratamos bien, tienen jugo, agua, galletitas, pueden salir a fumar, se los respeta, porque nosotros queremos que vendan. Si ustedes venden, nosotros estamos bien... y ustedes también.

Luego de diez minutos más girando en este tema del buen trato, nos dijo: bueno, el viernes y el lunes van a tener una capacitación. El trabajo comienza el miércoles. Ah, ¿ya venimos a la capacitación?, dice la señora. Sí, sí. Y... ¿la capacitación es paga?, dice la chica, sacándose los anteojos y poniéndolos sobre la mesa. Hmmm, no, no es paga, dice el dueño de la empresa. Pero es un ratito, dos horas. ¡Chicos, no es nada!

El pelado está recibido de realizador de efectos especiales y, según comentó en la entrevista, está estudiando bioquímica también, porque “tuvo un momento trascendental hablando con una profesora, que le voló la cabeza”. La vieja trabajó toda la vida en telemarketing. Íbamos los tres en el ascensor. El pelado le dice a la vieja: mirá, cuando vos dijiste que trabajabas de telemarketer vendiendo planes de ahorro y de obras sociales, la verdad, no quiero ofender pero me pareció repulsivo. Pero este producto me gusta. Me parece fácil de vender. Pensá que los mexicanos que van a vivir a Estados Unidos no tienen plata para pagarse estudios. Allá sale una fortuna estudiar. Pero ellos quieren progresar. Ahí me puse mis auriculares y dejé de escuchar ese discurso conformista, racista y soberbio. Vergüenza para los profesionales desempleados.

Y bueno, salí de la entrevista con un gusto amargo en el alma.
Mañana les cuento qué sucedió en la Capacitación, día 1.

Saludos,



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