Un amigo, al que conocí en uno de esos
empleo-desgracia, me dijo una vez que sería interesante escribir una
entrada que hable sobre el lado lindo de ser desempleado (porque sí,
a veces, tiene sus momentos).
La realidad es que, estos dos feriados
de carnaval llegaron en el momento justo: tuve dos semanas de trabajo
muy duro, con mucha tensión luego de descubrir que la consultora me
mintió, que no voy a estar trabajando tres meses de prueba, con
posibilidad de efectivización, sino que trabajaría como cubridor de
vacaciones por dos semanas y luego, casi seguro, a la calle.
El lunes y martes viví los feriados
como deben ser, como feriados. Lo único que hice durante dos semanas
fue dormir, almorzar e ir a trabajar. Por suerte, tuve la posibilidad
de disfrutar estos dos días, al máximo. Leí bastante, miré algunas series, escribí algunos
textos y canciones, grabé algunas cosas y sobre todo, descansé.
Estas actividades me recuerdan a mi
vida de desempleado, a mi vida de estudiante y, a la vida que quiero
tener. No es que quiera ser un rey, que no deseo trabajar, sino que,
como todos, quisiera trabajar de lo que me gusta.
Esto me recuerda a cuando estaba en el
último año de la secundaria y mi mamá me preguntaba qué iba a
hacer con mi vida. Todos los días, a todas las horas estaba encima
mío, ella y su preocupación: ¿qué vas a hacer con tu vida? ¿qué
vas a estudiar?
Me costó decidirme por una cosa (porque me gustan
muchas) y, como ella no soportó mi indecisión, me sacó turno en el
hospital, con una psicóloga, para la orientación vocacional.
No recuerdo exactamente cómo fue la
charla pero, estoy seguro que la pregunta de la psicóloga iba de por
qué razón estaba ahí. Recuerdo haber dicho que estaba ahí para
que me digan qué debía hacer o estudiar. Ella me dijo: esto no es
un test vocacional, acá orientamos a la persona para que descubra
qué le gustaría hacer. Me fui del consultorio pensando en que no me
era necesario continuar con esa orientación: yo sabía qué cosas me
gustaban, me interesaban y me motivaban.
Creo que fingí ir a la orientación
durante un tiempo. Mi madre nunca me preguntó sobre ello o, al menos
no lo recuerdo. Pienso que ella sabía que yo sabía qué quería,
pero me apuraba, simplemente, para que me mueva, para que haga cosas. Así que, desde aquellos días no paro de hacer, de estudiar y capacitarme todo lo posible. Solo me falta conseguir el empleo adecuado.
Hoy, mi madre no me apura como en
aquellos días: me deja dormir, me trata bien, porque tengo un empleo
(¿o tuve?: la RRHH de la empresa me dijo que espere hasta el viernes porque la selección se atrasó por los feriados). Para mi mamá, lo
importante es trabajar, no importa de qué o cómo. Está feliz, se
siente completa por mí. Yo, al menos estos dos días de descanso, de ser yo, me sentí bien.
Y, a pesar de no haber hablado de casi nada en particular, esta entrada es, algo así como un rejunte de pensamientos. Y no mucho más.
Lectores están invitados a comentar y recomendar el BLOG.
Saludos,
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