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viernes, 21 de febrero de 2014

Los empleados apasionados



Una de las cosas que siempre me asombran, son los empleados apasionados por su mísero y rutinario trabajo. No son bomberos voluntarios, no arriesgan su vida queriendo hundir un barco ballenero en Japón, ni llevando adelante un comedor solidario. Pero ahí están: los ves y parecen legionarios conquistando el mundo por y para Roma.

¿Nunca se preguntaron por qué una persona puede tomarse tan seriamente un empleo tan absurdo como, en este caso, el de contar productos? ¿Hay que tomarse en serio el trabajo, simplemente porque es trabajo? ¿No somos más importantes nosotros, nuestra felicidad, nuestro compromiso ideológico, o nuestra visión y misión, que un empleo basura?

Llego al punto de reunión, donde nos pasan a buscar para ir a trabajar y, ahí están los empleados hablando sobre el trabajo: para bien o para mal. Ese es el mundo que conocen, el mundo al que están limitados. El mundo de contar base por altura a grandes velocidades, el mundo de los estúpidos supervisores de tiendas sucias, etc...

Y yo estoy entrando por ese fino conducto, muy de a poco, pero entrando. Mi vida se reduce a trabajar 8 horas nocturnas, dormir entre 8 y 12 horas, y luego, volver a trabajar. Conduce a la locura o al adoctrinamiento. Es un pecado a la libertad creativa, al razonamiento. Es un sacrilegio a mis años de estudio y capacitación. Es mear sobre el tiempo y el dinero invertido, es cagarte en tus discursos, en tu familia, en tus amigos y en tus pasiones.

Mi jefe tiene 33 años y vive con la madre y su esposa. Tiene este empleo desde hace 10 años, hace 5 es jefe de equipo de inventarios. Se cree que las sabe todas, que es el mejor. Que nadie es como él, sin embargo, quiere que todos sean él, trabajen como él, se vistan como él. O, al menos le festejen los chistes y le chupen las medias. Pero es un pobre tipo reducido a un empleo nocturno e insignificante, donde uno es fácilmente amaestrado, atraído por un sueldo “¿digno?”, revolviendo la mierda de rata de las tiendas para contar productos. Contar productos, de eso se trata. Nos pagan para contar productos. Ese es nuestro legado, nuestro mensaje al mundo: “Gonzalo el ex productor y realizador televisivo cuenta productos para sobrevivir, por un período de tres meses, con posibilidades de efectivización”.

Estas personas, ¿no quieren algo más? ¿Yo no quiero algo más? Mientras me preparo para ir a trabajar, me pregunto cómo podemos salir, arrancarnos de esta esclavitud mental, para, al fin, progresar en lo que nos apasione.


Ayer, mi jefe temporario (porque, según parece este trabajo es de cubridor de vacaciones y no más) dijo de un supervisor que se queja del trabajo: que se joda, si no le gusta el trabajo, hubiera estudiado.

Y yo me veía ahí, encerrado, destinado a la esclavitud creativa, aprendiendo a ignorar la tormenta existencial, sentado en el confortable sillón que es haber logrado, al menos por tres meses, lo que se supone correcto. Y aclaro, para el lector mala leche o para quien no comprenda el contexto: yo no soy mejor que ellos, tampoco.

Perdonen que estoy publicando menos pero no me dan los tiempos. No me queda otra que aguantar en el trabajo e intentar dormir menos para así, poder hacer mis cosas, las verdaderas cosas.
Saludos, 

2 comentarios:

  1. Cuantas veces me dijeron el "hubieses estudiado". Y yo sacaba pecho y decía: Pero yo estudié, soy tal cosa, tengo tal título... Pero después me daba cuenta que ahí no valía nada el título. Eramos todos lo mismo, salvo claro, el jefe, un cuarentón con toda la plata, que vive con la mamá, que escribía Havanico en vez de abanico, entre muchísimos otros ejemplos.

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    1. Terrible! Has descripto con exactitud a esos seres de los que, creo, todos tenemos alguna anécdota.

      ¡Genial lo de "havanico"!
      ¡Un abrazo, gracias por leer y comentar!

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